Otra noche que me es apremiada por el insomnio, otra noche que tengo los ojos más despiertos que la mente… pero esta vez no es por no poder… es por no querer… una parte de mi desearía dormir y reponer fuerzas, la otra, mi corazón, desea mantenerse despierto y seguir viendo como el silencio es callado por la frágil respiración de un ángel dormido. Ver como los dedos me corren por la espalda tales como dos gotas de agua resbalando… Oír como poco a poco entra por mis oídos la melodía que muy pocos escuchan y me hace mantener la calma ante todo… no quería descansar, no quería reponer fuerzas, a pesar de necesitarlas, solo quería seguir escuchando y sintiendo todo esto… antes de partir, porque aunque sea por un corto tiempo, no volveré a sentir todo esto…
Sale el sol, me niego a reconocer que ha amanecido, ese viejo testarudo ha salido a darme los buenos días muy temprano… pero hoy, aunque sean los mejores de mi vida, no se los daré, porque no quiero que llegue la mañana, y acabe esta melodía. La mañana da paso a otra cosa, escalofríos recorren todo mi cuerpo al sentir como despierta y abre sus ojos, tan verdes como la hierva mecida en una brisa de verano… tan penetrante su mirada… caigo rendido, pero me levanta una sensación mayor, sus besos, caricias…
Que alguien me despierte, me pellizco y abofeteo pensando que nada es tan bonito, que no es real… lo era… sueño efímero que marcha a la tarde del domingo, pero no marcha por pellizcos ni bofetones, si no por besos abrazos… y una canción que estremecería hasta a la misma noche. Ese dulce sabor ha quedado en mi garganta para siempre, sabor que no olvidare, que me recordara todo lo vivido. Como las olas del mar arremeten contra la orilla, arremeten estos susurros a mi oídos… que se dejan querer, que escuchan como son premiados con las dulces palabras de un ángel…